El feminismo ha tenido una diversidad de objetivos desde su surgimiento, como la obtención del voto para la mujer, la legalización del aborto y la liberación sexual. Aunque muchos opinan que la mujer nunca ha sido realmente oprimida, la realidad vivida por nosotras es una muy distinta, por lo que la lucha por estas causas tiene más importancia que nunca. Con la llegada del internet y los medios de comunicación digitales, en especial los smartphones, intercambiar contenido de índole sexual se ha vuelto muy fácil y normal; y es que cualquier actividad sexual donde exista consentimiento por parte de los participantes no debería representar problema alguno. El conflicto surge cuando alguno utiliza las fotos, videos o audios grabados u obtenidos dentro de un marco de confianza y quizá hasta de amor para perjudicar a la otra persona. Las mujeres especialmente somos vulnerables al llamado revenge porn o porno de venganza, puesto que la sexualidad se sigue utilizando como arma para ridiculizarnos y humillarnos. Somos nosotras quienes somos grabadas sin nuestro permiso o sin que nos demos cuenta siquiera para utilizar esas imágenes también sin nuestro consentimiento.
Esto le ocurrió a Olimpia Coral en 2014, cuando quien fuera su pareja sentimental de seis años divulgara un video sexual hecho con él, y quien no era visible en las imágenes. Después de ocho meses de no salir para evitar ser reconocida, comprendió que había sido una víctima de su ex novio, quien se aprovechó de un sistema legal y social que protege a los hombres y le es indiferente e incluso perjudicial a las mujeres que han sufrido una vejación a su intimidad y sexualidad. Olimpia decidió juntarse con otras mujeres que habían sufrido lo mismo, y juntas impulsaron una iniciativa de Ley en Puebla para reformar el Código Penal de dicho estado, logrando que se discutiera en el año 2018.
El conjunto de reformas a disposiciones principalmente de carácter penal tiene como objetivo la protección de la intimidad personal y el ejercicio libre y protegido de los derechos sexuales de las mujeres principalmente, puesto que somos nosotras las principales víctimas de este delito.
Aunque la iniciativa de ley fue presentada por la gobernadora del estado de Sonora en el mes de marzo, los diputados sonorenses recientemente desecharon dictaminar la Ley Olimpia ‘‘por considerar que hubo irregularidades con adición de artículos’’. Como sociedad y especialmente como mujeres debemos exigir la completa aprobación de esta ley que protege nuestra libertad sexual y castiga a quienes traten de utilizarla en nuestra contra.
Finalmente, quisiera añadir una anécdota personal. Cuando estaba en la preparatoria acudí con la psicóloga de la escuela, quien entre conversaciones me comentó de una paciente suya que, tras haber compartido fotos íntimas, se enteró de que la persona a quien se las envió las había compartido con otros hombres. La psicóloga dijo que también era culpa suya por haber enviado las fotos en primer lugar, y aunque no dije nada en el momento, supe lo desatinado que había sido su comentario. Desde entonces yo sabía que la víctima nunca tiene la culpa. Muchas veces, confiar es demasiado fácil, y es que ver la propia sexualidad expuesta después de habérsela confiado a una sola persona no es algo que se espere y mucho menos algo que se busque. Con la aprobación de la Ley Olimpia se valida el derecho de las mujeres de vivir su propia sexualidad cómo lo deseen, dentro de un marco de consentimiento y con la garantía de la existencia de consecuencias para quienes hagan mal uso de la intimidad ajena.