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Los últimos días del secretario

La reunión se tenía programada en Palacio Nacional el jueves 4 de julio. El senador Ricardo Monreal; el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y la titular del SAT, Margarita Ríos-Farjat, discutirían con el presidente Andrés Manuel López Obrador una iniciativa de ley contra las empresas fantasmas que, en la operación, permitiría recaudar más impuestos.

El mandatario puso sobre la mesa que el Senado aprobara el proyecto de ley con urgencia, incluso ese mismo día, algo que la titular del Servicio de Administración Tributaria apoyó de inmediato. Monreal, con su moderación acostumbrada, le dijo que sí lo sacarían, pero no ese día ni al siguiente. El senador argumentó que los tiempos eran muy apretados para votarla, y necesitaba negociar con los partidos de oposición. En esa reunión Urzúa apoyó a Monreal.

El viernes surgió de nuevo el tema en las oficinas de Palacio Nacional. Pero esta vez la discusión fue áspera. Margarita Ríos-Farjat fue quien insistió en que se aprobara la reforma legal y eso provocó un nuevo choque con el Secretario de Hacienda. Desde hace tiempo Urzúa quería incorporar a una persona que le respondiera en el SAT, y surgió el nombre del excomisionado Renato Sales Heredia.

›Urzúa hasta ahora no tenía control alguno en el SAT, era un punto ciego para él, porque la titular fue impulsada por Alfonso Romo, jefe de oficina de la Presidencia, y acuerda directamente con el Presidente sin llamarlo. Pero además, otro personaje ha tomado el control del SAT y goza de toda la confianza de López Obrador, de allí que tenga derecho de picaporte permanente con él, la administradora General de Auditoría Fiscal Federal, Rosalinda López Hernández, contadora pública con estudios de maestría en auditoría que ha sido tres veces legisladora federal y estatal, esposa del gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón, y también hermana del gobernador electo de Tabasco, Adán Augusto López Hernández.

Sales Heredia, según los planes de Urzúa, ocuparía este mes la titularidad de la Administración General de Evaluación del SAT, un área estratégica, porque allí se investiga y se emiten las sanciones administrativas a servidores públicos, lo que le permitiría al Secretario de Hacienda tener la certeza de que en el Servicio de Administración Tributaria no se cometerían ilícitos y, en su caso, podrían atajarlos. Pero Margarita Ríos-Farjat lo entendió como una cuña y no aceptó. El Presidente intervino, y no apoyó a Urzúa, simplemente Renato Sales no llegaría a su gobierno, no le dijo por qué, pero detuvo el nombramiento que estaba listo.

Para el secretario de Hacienda era una confirmación más de que no contaba con “el apoyo del jefe”. Lo conocía bien, había buscado muchas formas de que su opinión tuviera peso en las decisiones estratégicas y que el Presidente tuviera una visión integral de la hacienda pública, pero el maltrato era constante y eso le molestaba mucho. Algo se había roto desde finales de enero y este viernes Carlos Urzúa decidió que era tiempo de renunciar.

Urzúa llegó a la conclusión de que no contaba con el apoyo del jefe. había buscado muchas formas de que su opinión tuviera peso en las decisiones estratégicas, pero hubo oídos sordos.

ejecentral logró, a partir de una decena de testimonios, reconstruir lo que ocurrió en el entorno del secretario de Hacienda en los últimos días y las fisuras que se articularon hasta el punto de quiebre entre dos amigos que hace más de 20 años se conocen.

La primer fisura

El 25 de enero de este año Nacional Financiera convocó a su Junta de Consejo. Entre los puntos que incluía la orden del día era la designación del Oficial Mayor y del director jurídico, que había propuesto el director del organismo y de Bancomext, Eugenio Nájera, un personaje que no había colocado Carlos Urzúa sino Alfonso Romo. 

En una maniobra extraña, el secretario de Hacienda no aceptó las propuestas y quiso colocar personas en las que él confiaba, como es el caso de José Trinidad Hernández. Fue una gran discusión con Consejo porque estaba fuera de agenda.

›El secretario entonces se molestó mucho, quienes lo conocen aseguraron entonces que estaba como pocas veces enojado. Pidió audiencia con López Obrador, a quien trató de explicarle el por qué debía hacer las designaciones. Apostó que recibiría su apoyo, pero no fue así, el mandatario decidió que nombraría a los que él decidiera. 

Del encuentro con el mandatario Urzúa salió incómodo y hasta lastimado, aseguran quienes se enteraron entonces. Fue, coinciden, como si algo se quebrara.

Era apenas el primer mes ya en el poder. Urzúa había colocado a su equipo en las secretarías de Hacienda y de Economía, también en algunos dependencias del sector, pero también lo había hecho Romo, y al menos una decena de esos personajes no les generaba confianza.

›La limitación no sólo estaba en los nombramientos. López Obrador dejó que Alfonso Romo, desde la coordinación de la Oficina de la Presidencia, se encargara de toda la relación con inversionistas y gobierno digital. Era algo que constantemente incomodaba a Urzúa, por su enorme desconfianza y lo que él decía constantemente, “tiene varios conflictos”. 

Los dolores de cabeza

El plan de rescate de Pemex se elaboró en la Secretaría de Energía que encabeza Rocío Nahle, cuando debía haberlo elaborado Hacienda en coordinación con el equipo de la morenista. Pero el Presidente le permitió a la secretaria que encabezara todo. Urzúa no pudo hacerlo cambiar de parecer, aunque se molestaba siempre ha sido muy mesurado, es uno de sus rasgos más distintivos. Así que, como otras veces, sólo soltaba, “el jefe es muy terco”.

El Presidente poco a poco fue recibiendo menos a Carlos Urzúa; prácticamente lo hacía para emergencias. Los acuerdos constantes ya eran con Raquel Buenrostro, oficial mayor, y con Margarita Ríos, directora del SAT.

El secretario de Hacienda intentó, en más de una decena de ocasiones, convencer al Presidente que la indefinición de Rocío Nahle sobre las licitaciones o la forma en que se planteaba el proyecto de Dos Bocas no era adecuado y había el riesgo de pérdidas. No lo escuchó.

Desde la visión de Urzúa, inexplicablemente la Secretaria de Energía es del selecto grupo que le habla al oído a López Obrador, en particular en temas como la refinería de petróleo en Dos Bocas, Tabasco. Algo que preocupa a los inversionistas por la rebaja de calificación y de allí la inquietud de Urzúa.

Ruptura. La renuncia de Carlos Urzúa pone fin a una relación que comenzó cuando López Obrador era jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Foto: Cuartoscuro

Ante el downgrade de Pemex por parte de Fitch Ratings, el banco español BBVA, el más más importante en el país, sugirió al gobierno federal cancelar la inversión en Tabasco y reactivar el modelo de negocios que permite al capital privado invertir en la industria petrolera. Pero a pesar de que Urzúa recomendó mesura, no se hizo caso a las recomendaciones de las evaluadoras internacionales de riesgo crediticio, tanto Nahle como López Obrador denostaron a las calificadoras. 

Incluso Nahle afirmó públicamente que las advertencias del riesgo financiero de Pemex por parte de las calificadoras llevaban tintes políticos.

Esta fue otra de las preocupaciones de Urzúa porque más de una correduría extranjera ha dicho que el deterioro financiero de Pemex podría generar un impacto en las finanzas de México y con ello se puede perder el grado de inversión del país por parte de las calificadoras.

Los diagnósticos de Pemex, que dirige Octavio Romero Oropeza, y los malos cálculos de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes que encabeza Javier Jiménez Espriú, sobre la construcción de aeropuerto de Santa Lucía y el freno a Texcoco, resultaron para el Secretario de Hacienda un dolor de cabeza, para poder hacer los ajustes financieros y maniobrar con los inversionistas.

Romero Oropeza es otro de los hombres de confianza de López Obrador. A pesar de su poco conocimiento en los temas de petroquímica, el Presidente le ha otorgado un gran margen de libertad para actuar, pero eso ha significado tener choques muy constantes con Hacienda.

Desde la visión del equipo de Urzúa, los financieros no confían en Romero Oropeza o en su director de Finanzas, Alberto Velázquez García, quien a principios de año decepcionó a inversionistas y acreedores de la petrolera en un encuentro bursátil en Nueva York. De esa reunión, ante la calificada novatez de los funcionarios mexicanos en Pemex, las calificadoras pusieron particular atención y en la primera semana de junio, Fitch Ratings degradó a Pemex y con ello perdió su grado de inversión, lo cual se tradujo en una desinversión en los títulos de deuda de la empresa, y en caso de cualquier nueva emisión de deuda, el costo financiero de la petrolera será mayor.

Siendo Pemex la petrolera más endeudada del mundo (106 mil 502.4 millones de dólares a marzo pasado), los analistas nacionales e internacionales tienen la preocupación que ante la potencial crisis de liquidez de la petrolera, el gobierno tenga que respaldar ese pasivo y con ello, la calificación soberana podría también perder su grado de inversión.

Esa era una de las mayores preocupaciones de Urzúa y en donde tampoco sintió el apoyo del Presidente para maniobrar.

La distancia

El Presidente poco a poco fue recibiendo menos a Urzúa en acuerdos, prácticamente lo hacía para emergencias. Había dos razones para ello, concluyeron algunos de los colaboradores, para el Presidente Hacienda es una especie de enorme contraloría y por eso acordaba directamente con la Oficial Mayor, Raquel Buenrostro; la directora del SAT, Margarita Ríos, y eventualmente con Arturo Herrera, cuando tenía que ver algo de ingreso-gasto del presupuesto.

Buenrostro, una mujer muy inteligente y respetada por Urzúa —quien fue su maestro y la impulsó en la administración pública—, fue tomando el control absoluto sobre las compras. El presidente la llamaba constantemente y con él definía, después de presentarle toda la información y los escenarios, a quién comprar, a quién pagarle y a quién no, los precios, y demás detalles de la operación. También con ella ha establecido los recortes dentro del gobierno y la reserva de recursos a las dependencias. El Secretario de Hacienda también fue marginado de ello.

›En poco tiempo, apenas cuatro meses, Urzúa perdió un gran margen de maniobra frente al Presidente y dentro de la propia Secretaría. Los que lo conocen y lo vieron las últimas cuatro semanas percibían, por su actitud y pequeños comentarios, cómo se sentía maniatado, impotente y no estaba contento.

En esos días se volvió una de las frases más comunes escucharle: “no tengo el apoyo del jefe”. También el verle muy incómodo cuando el Presidente utilizaba la frase “yo tengo otros datos”, porque ni siquiera sabía de dónde provenía la información. Urzúa simplemente no podía maniobrar el gasto de la forma como fue presupuestado y aprobado por el Congreso. De los 1.7 billones de pesos que tenían que ya haberse ejercido a mayo de este año, sólo se habían entregado alrededor de 900 mil millones de pesos. 

El trato en G-20

Aunque dentro del gobierno se sabe que la reunión del G-20 se acostumbra más un manejo político que financiero de las relaciones, Carlos Urzúa no quería asistir. No era sólo porque no sería del todo su ambiente como sí lo eran las reuniones del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial, sino porque el trato que le dio el Presidente fue de un segundo, tanto en lo personal como públicamente, el que destacaba era el canciller Marcelo Ebrard.

Desde su partida y durante toda la estancia en Osaka, Japón, se le veía incómodo, callado y por momentos molesto, se sentía como segundo de abordo. 

Conflicto. El presidente López Obrador (izquierda) declaró que no le gustaron los planteamientos económicos de de Urzúa para el Plan Nacional de Desarrollo. Foto: Cuartoscuro

La reunión en Japón comenzó el 28 de junio y la delegación mexicana regresó al país unos días después.  Este viaje le hizo sentir aún más el maltrato y fue entonces que el Secretario de Hacienda comenzó a considerar que los tiempos se estaban acortando. Así fue. Las dos primeras semanas de julio, Urzúa tenía que avalar el business plan de Pemex, que debía convencer a los inversionistas internacionales sobre lo que hará para recuperar la producción de petróleo y cómo enfrentarán sus compromisos financieros.

Incluso el mercado cambiario en México tenía la certeza de que el martes se presentaría su estrategia, pero el Secretario de Hacienda no estaba tan de acuerdo en muchos de los aspectos propuestos por el equipo de Rocío Nahle. Conocía los mercados y podría ser un problema, pero no tenía toda la maniobrabilidad por la falta de apoyo del Presidente.

Cuando Urzúa ni siquiera pudo hacer el nombramiento estratégico de Sales Heredia en el SAT, sintió perdido todo el apoyo y presentó su renuncia. Lo que no sabía el ahora exsecretario es que Sales Heredia es considerado por López Obrador como un traidor, por eso no lo aceptó.