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La paradoja de la tolerancia – Martha Lizet Figueroa

En nuestra sociedad se valora mucho la libertad de expresión y se reprueba a los gobiernos que implementan políticas de censura en contra de sus poblaciones. Esto es natural, puesto que sin libertad de expresión la democracia no existe. Es la libertad de expresión la que nos permite ser ciudadanos críticos y nos aleja de la ignorancia. Por otra parte, en los últimos años ha surgido el término ‘‘generación de cristal’’ para denominar a las generaciones jóvenes que, según los adultos y adultos mayores, se ofenden por todo. Las nuevas generaciones han adquirido la cultura de desaprender los modelos con los que fueron criados y son cada vez más feministas, pro LGBT+, menos racistas y menos clasistas, lo que las hace intolerantes hacia las ideas que ahora consideran como obsoletas. ¿Por qué las posturas hacia problemas sociales están cambiando tanto últimamente? Creo que se debe al reconocimiento de la existencia de grupos opresores y grupos en desventaja, y esta generación ha decidido no ignorar más estas relaciones de poder y opresión. ¿Cómo es posible tolerar discursos de odio como los de el Ku Klux Klan o los de los neonazis en nombre de la libertad de expresión? La libertad de expresión no existe para proteger discursos de odio que violentan a otros.

El filósofo austriaco Karl Popper decía que la tolerancia ilimitada llevaría a la desaparición de la tolerancia, pues, cuando extendemos la tolerancia a aquellos que son intolerantes abiertamente -machistas, homofóbicos, racistas- los tolerantes terminan siendo destruidos. Popper consideraba que cualquier movimiento que predique la intolerancia y la persecución no debería estar bajo el amparo de la ley. Es por esto que describió al fenómeno como ‘‘paradoja de la tolerancia’’, pues, por más paradójico que parezca, defender la tolerancia exige no tolerar al intolerante. El intolerante es aquel que, desde la ignorancia y la falta de empatía, considera que quienes son distintos a él son por defecto inferiores en derechos o capacidades. Las diferencias siempre han existido, pero es hasta ahora que son visibles y comienzan a ser aceptadas poco a poco. No se trata de la imposición de una agenda que busca que todos sean homosexuales, por ejemplo, si no el reconocimiento de su existencia como personas de igual valor que quienes han sido siempre el canon de la sexualidad.

Es común disfrazar de opinión a los discursos de odio. Hace unos días vi una ilustración que me gustó mucho, donde las conductas machistas eran una pirámide humana. Hasta abajo, siendo la base y por lo tanto las de mayor número, estaban los micro machismos, después seguía reírse de un chiste machista, seguido de tocar y arrimarse sin consentimiento, para finalizar con tres acciones graves: abusar, violar y matar, que, aunque por ser la punta de la pirámide son más pocas, no dejan de existir. Los hombres que no violan, pero sí critican a una mujer por cómo lleva su vida sexual, por ejemplo, permiten la existencia de hombres más arriba en la pirámide, aquellos que matan o violan. La violencia sistematizada, muchas veces, comienza con un comentario de Facebook donde alguien se burla de un feminicidio. Hay que meditar los alcances de una simple opinión que, con tal de sacar risas o de parecer políticamente incorrecto, normaliza cosas horribles como el asesinato de personas homosexuales, los feminicidios o la pedofilia.